«No es bueno que el hombre esté solo, decía; hagámosle ayuda semejante a él, decía…». Así rezonga Adán, entre dientes, mientras recorre con una pica y un rastrillo los senderos del paraíso, abarrotados de hojas de arce, de sicomoro y de higuera, harto de esta holgazana de Eva y de recoger sus prendas desparramadas por el camino.